La esencia de una zanahoria

Apenas hace falta pelar las zanahorias. Su piel finísima podría pasar desapercibida incluso a los paladares más sensibles, acostumbrados a pasar la lengua por cremosidades aireadas y demás productos de los robots turbinadores del tercer milenio. Lástima que esas zanahorias tan bonitas que solemos encontrar en las verdulerías y en los supermercados suelan ser insípidas: ni crudas ni cocidas saben a nada, ni siquiera a lo que son.

Enero

En casa, cuando vivía mi padre y podía ir al campo, al empezar el nuevo año se renovaba el calendario de los payeses, que durante doce meses convivía con la familia, colgado de un cordel al lado de la radio. Hace medio siglo, sin televisión y escuchando la voz de Dolores Abril o Manolo Caracol como aperitivo antes de la sopa, contemplábamos aquel calendario cuyas hojas, a medida que iban pasando días, se tornaban de un color más amarillento y de una textura crujiente.