Bajar a la arena

Lamento mucho no disponer de tiempo suficiente para dialogar con los comentaristas. Pero, a mi juicio, el objetivo primordial de este blog se cumple con el debate que generan algunos de los posts que cuelgo cada semana

Me pedía el 2 de mayo uno de los habituales de este blog, Cuchillero, que bajara a la arena para hablar con los interesados por mis ideas, o me quedaría predicando en el desierto. Lamento mucho no disponer de tiempo suficiente para dialogar con los comentaristas, aunque pueden tener la certeza de que leo y valoro todas sus opiniones. Lo he dicho ya más de una vez, pero vuelvo a disculparme.

De todos modos, a mi juicio, el objetivo primordial de este blog se cumple con el debate que generan algunos de los posts que cuelgo cada semana. Así, por citar un ejemplo, mi Carta a Heston Blumenthal acumuló casi un centenar de comentarios, muchos de ellos no precisamente elogiosos o conformes con el contenido de mi escrito. Y precisamente por eso creo que no es bueno que intervenga con frecuencia o algo más que esporádicamente: no pretendo sentar cátedra con mis opiniones, sino lanzarlas al viento como semillas de un debate que aspiro a que germine y fructifique.

Todo el mundo escribe con algún propósito. En mi caso, para dar voz a mis opiniones, filias y fobias, tengo desde hace casi diez años una página doble en el Magazine que acompaña cada domingo a 25 diarios de toda España, empezando por La Vanguardia. Pero, más allá de alguna carta al director, que no siempre aparece publicada, apenas cabe la posibilidad de debatir en público —a diferencia de otros medios— las ideas que planteo. De ahí la necesidad de un blog, como foro de discusión, no como circo ni coso taurino: no se trata de bajar a la arena, porque sobre la arena ni se siembra, ni se escribe ni se construye nada duradero. En cambio, sobre el diálogo, entre lectores y comentaristas, a partir de mi aportación, espero que sí.

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