Santiago y cierra, España
Estas Navidades me sentí mitad Papá Noel, mitad Rey Mago, y es que alguien muy especial me escribió una carta: nada menos que don Miguel Sebastián, ministro de Industria, Turismo y Comercio
Estas Navidades me sentí mitad Papá Noel, mitad Rey Mago, y es que alguien muy especial me escribió una carta: nada menos que don Miguel Sebastián, ministro de Industria, Turismo y Comercio. Da igual que en su carta me llamara «Santiago» (por favor, en lo sucesivo, «Santi» o «Jaume») y que escribiera mi apellido reiteradamente mal (Santamaria no lleva acento en la i en catalán): lo importante era que el ministro me invitaba a ponerme en contacto con él «para todo aquello en lo que pueda serle de ayuda».
¡Albricias!, pensé: es la segunda vez que un ministro se dirige a mí en toda mi carrera. Y luego recordé las ocasiones en que el ministro Sebastián y sus predecesores habían requerido mis servicios, mi «esfuerzo y dedicación gracias a la cual se refuerza la marca ‘España’, que entre todos estamos tratando de proyectar al resto del Mundo (sic)». ¿Y saben algo curioso? Para contar esas ocasiones me sobraban dedos en una mano. Y no digo «dedos en una oreja» porque una vez, hace mucho, mucho tiempo, parece casi que en una galaxia muy lejana, hice un bolo para el ICEX en Nueva York. Y como es de bien nacido ser agradecido, yo se lo cuento, porque luego dicen que lo mío es envidia de esos cocineros patriotas que pasean el nombre, perdón, la marca, de España por tierra, mar y aire, mientras que a mí, en su día, me encausaron por presuntas injurias a las Fuerzas Armadas.
Pero bueno, la verdad es que la marca España me trae bastante al pairo. Tampoco es que me preocupe mucho la marca Catalunya (cuyos responsables, por cierto, han contado conmigo tan a menudo como sus colegas españoles). Pero el país, Catalunya, me importa y me preocupa bastante más. Por eso, quisiera pedirle al ministro Sebastián algunas cosillas en las que sí puede serme de ayuda:
Que tengan una política energética coherente que permita a las empresas del país ser más competitivas, en lugar de lastrarlas justo cuando más necesitadas están de un impulso. A mi restaurante, por ejemplo, el aumento de la tarifa de la luz me va a salir por bastante más que un par de cafés. ¿Me pagará la ronda el Sr. ministro?
Que hable con su amigo Pepiño Blanco para que liquiden ese monstruo aberrante llamado AENA, descentralicen de una vez la gestión de los aeropuertos, no impidan a través de convenios bilaterales que las compañías extranjeras puedan elegir libremente las rutas que establecen con nuestro país y no nos entreguen, cautivos y desarmados, a Escila Abertis o Caribdis Ferrovial.
Que sea más riguroso con las inversiones promocionales de la marca España, porque algunos, más que servir al país, parece que quieran servirse de él (y ya se sabe que la mujer del César…).
Y no sigo, porque en el año y pico que le queda al PSOE en el gobierno (y puede que menos aún a don Miguel Sebastián) no creo que dé para que se cumplan mis deseos. Pero como yo aún creo en los Reyes Magos, se lo pido. Y si no puede ser, pues carbón (de Rodiezno) para todos.