Dan ta, de Belém a Coloane
Sospecho que en Macao se comía mejor antes del brutal desarrollo de los últimos años, cuando aún existíanlazos regulares con Portugal. Antes, en definitiva, de que irrumpiera el turismo en manada, capaz de alterar lugares, personas y conciencias
Día gris, lluvioso y desapacible, muy adecuado para quedarse en la habitación leyendo el Elogio del pesimismo del helenista francés Lucien Jerphagnon, encabezado por el proverbial «cualquier tiempo pasado fue mejor». Pero yo no estoy de acuerdo con la máxima manriqueña y prefiero salir a pasear a la isla de Coloane, un sitio estupendo donde tomar café con los amigos a miles de kilómetros de casa.
Coloane fue incorporada en 1864 por los portugueses a su colonia de Macao, devuelta a China en diciembre de 1999. Coloane no ha sucumbido, de momento, al desarrollo galopante de la ex colonia, y conserva un aire relativamente verde y apacible. Aquí, en Lord Stow’s Garden Café, disfruté de unos pastéis de nata deliciosos, que, al primer bocado, me hicieron recordar los gloriosos pastéis de Belém lisboetas, con una fórmula secreta custodiada más celosamente que la de la mismísima Coca-Cola, y que yo pude degustar tanto en la tienda de la fábrica como en la histórica cafetería A Brasileira, sentado no lejos de la estatua de Fernando Pessoa.
Lo bueno del caso es que el propietario del café de Coloane es un farmacéutico inglés metido a pastelero y que nunca estuvo en Lisboa, algo casi tan raro como el hecho de que los pastéis de nata, contra lo que indica su nombre, en realidad sean de crema, y por eso los chinos los llaman dan ta, ‘pasteles de huevo’. En fin, la pastelería portuguesa ha tenido un par de grandes éxitos en Asia: además de estos pastelitos, populares en todo el Sureste asiático, en Nagasaki (Japón) pueden disfrutar del kasutera, o sea, el pão de Castela (literalmente, ‘pan de Castilla’), un ligero y esponjoso bizcocho.
En Coloane, uno puede huir del bullicio de Macao, donde triunfan lugares como la Cozinha Pinocchio, que sirve los buñuelos de bacalao por centenas, al igual que el cochinillo con cerveza de barril. El mercado local se encuentra justo al lado de este establecimiento, y una visita me permite ver cómo cuelgan los hocicos de cerdo, la forma de eviscerar los pescados vivos o de descuartizar los pollos, así como intoxicarme con sus poderosos efluvios; en conjunto, una realidad a todas luces mejorable.
¿Cualquier tiempo pasado fue mejor en Macao? No lo sé, pero sospecho que allí se comía mejor antes del brutal desarrollo de los últimos años, cuando aún existían, aunque tenues, ciertos lazos regulares con Portugal. Antes, en definitiva, de que irrumpiera el turismo en manada, capaz de alterar lugares, personas y conciencias, sin olvidarnos de la comida, sobre todo si los turistas no entienden nada de la cocina ni la tradición culinaria locales, de modo que el bacalao les suen a tanto a chino como el chino a un lisboeta.