Carta a los jóvenes que buscan empleo

Sin una adecuada información, correctamente asimilada, no hay formación. Y sin formación es imposible acceder al empleo. Por eso me desespera que los jóvenes no lean

Son muchos los jóvenes que dicen que les encantaría escribir un libro, pero no tantos los que leen, y sin lectura, están perdidos. Desde luego, hay lecturas y lecturas: no es lo mismo leer mensajes de Twitter que una publicación académica en línea, como tampoco es lo mismo leer un buen periódico que una revista del corazón. Debo confesar que soy un fetichista del papel: prefiero leer los periódicos impresos; cuando los leo en Internet, me siento como si comiera un helado de vainillina en lugar de vainilla. Por eso me encantaba también ir al quiosco que había en la plaza de al lado de mi casa, pero mi amigo quiosquero murió, renovaron la plaza y desapareció el quiosco. Me entristeció la doble pérdida, pero la superé.

Más me entristece, en cambio, comprobar que los jóvenes no leen periódicos, ni en su tiempo libre, ni con el desayuno (un buen desayuno de bocadillo, fruta y café, cada vez más raro en nuestro país) ni en el metro o el autobús. De hecho, yo diría que no leen, y punto: ni periódicos, ni libros, ni ebooks. Se habla mucho del auge de las redes sociales, pero la sociedad de la información, sinceramente, no me parece que esté muy bien informada. Es como la alimentación: nuestra obsesión por la seguridad alimentaria es muy superior a nuestra preocupación por la calidad de los alimentos. La cantidad no es sinónimo de calidad, ni en los alimentos ni en la información: el exceso de información disponible en la Red es ruido que desorienta si no se disponen de referentes claros. ¿Y dónde obtenerlos?

Más importante aún es que sin una adecuada información, correctamente asimilada, no hay formación. Y sin formación es imposible acceder al empleo. Por eso me desespera que los jóvenes no lean. Y aquí desearía introducir una precisión: tenemos que entender de una vez por todas que la lectura no es sinónimo de evasión ni de literatura, sino que es el mecanismo de transmisión de información más importante que existe. La formación es un proceso global que va mucho más allá de los centros de enseñanza. Exige inquietud personal, el compromiso de informarse constantemente para reciclarse. Ya lo dijo Ricardo de Bury en 1344 en su Filobiblion: «Los libros son maestros que nos enseñan sin férula ni azotes, sin gritos ni enfados, sin vestiduras vanas y sin monedas. Si acudís a ellos súbitamente nunca los encontraréis durmiendo, si los interrogáis nunca disimulan sus ideas, si os habéis equivocado no murmuran, si cometéis una necedad nunca se burlarán de vosotros. ¡Oh, libros! ¡Los únicos poseedores de la libertad, los únicos que nos permiten disfrutarla!».

Invito a los jóvenes que buscan empleo a leer, a informarse y a formarse. Parecen tres cosas distintas, pero están íntimamente relacionadas. Una sociedad bien informada y bien formada podrá disfrutar de la música, la naturaleza e incluso la cocina de un modo más auténticamente humano, porque somos algo más que materia inerte.

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